Estos días se han ido un poco las palabras. No fue la semana santa, ni el ocio, ni la falta de temas.
Se tomaron un descanso. A veces no se trata de que no haya cosas para decir, sino de encontrar la forma y momento oportunos para hacerlo.
Sigo sin encontrarlos. Se me ocurre una idea; hablar sin decir nada. Hablar de palabras que quieren decir pero no se dicen, de palabritas que se esconden atrás de los discursos disfrazados de importantes. Se esconden también entre papeles y dibujos de rutina, en caras sonrientes y no tanto, y atrás de otras personas también.
Y así descubro que a las palabras les encantan los juegos, las escondidas, los disfraces.
Después pienso que también les gusta jugar a la mancha. Corrernos sin dar un respiro, “si te toco estás fuera de juego…corré, porque estoy llegando”. Corro. Más de lo que quisiera. Me escondo, pero esta vez no quieren jugar a las escondidas, así que me encuentran, donde quiera que esté. Me tocaron. Voy fuera del campo de juego, me toca esperar a que empiece uno nuevo, y pueda volver a entrar.
Entonces, creo que lo que pasó esta vez fue eso: hace unos cuantos meses me tocó entrar, pero cuando las palabras te tocan y gritan “mancha”, es imposible seguir. Son el jugador más poderoso, tienen el don de elegir a quién correr, a quién tocar, a quién manchar. Nunca se cansan, no pueden ser tocadas. Tienen todas las de ganar.
No creo en la ingenuidad de las palabras. No es casual que elijan mancharnos. Por el contrario, estoy empezando a pensar que, desde que todo empieza, tienen bien en claro quien necesita ser manchado, salirse del juego y sentarse a un costado a aprender a jugar mejor, para cuando se venga la revancha. *
*Para Maru (P.S: no es tan propio)
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1 comentario:
Yo también te hice regalito.
Te quiero.
Gracias!.
Maru.-
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