Muchas veces parece que entrar es una forma de salir. Entrar en un espacio distinto, muy distinto del espacio real, que en realidad deja de ser real en algún punto. Lo real es otra cosa. Lo real es lo que ahora la lleva a la introspección, le hace esconder la cabeza como una tortuga…los demás piensan que sigue ahí, afuera, dispuesta a escuchar todo, hasta lo más desagradable y poco profundo que tienen para decir. Pero no. Hace rato que decidió dejar para ellos sólo esa imagen, y retirarse a aquél lugar que sólo ella puede crear para ella misma. El único que la saca, aunque sea un ratito, de esa frivolidad despiadada de todo ese mundo frívolo y despiadado como la soledad misma. De unos cuantos árboles tiesos y sin hojas, de flores mojadas en el piso y de domingos despoblados con frío y pañuelos, en la ciudad de las diagonales que no llevan a nada, y que terminan en lugares aún más vacíos.
Es así como el olvido no es siempre signo de mala memoria, sino de una diplomacia desganada que trata de hacer parecer (muchas veces muy infructuosamente) que nada ha pasado por aquí…el problema fue que lo que pasó fue nada más y nada menos, que una vuelta de 180 grados.
Entonces, mientras esta alma solitaria escucha decir a “Mad World”, “when people run in circles it’s a very, very mad world” entiende que por ahí la loca es ella. Por ahí eran 360 grados, y otra vez a lo mismo.
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